Today, exactly one year ago, the first student entered through the gate of St. Marcellin School in Giasnogor, Bangladesh. A highly emotional moment that seemed like the culmination of a dream, but in fact it was the beginning of a new adventure. 97 boys and girls, belonging to 3 religions and 22 different ethnic groups, began a journey, accompanied by 10 educators belonging to 3 religions, 3 nationalities and 4 ethnic groups. The mission is difficult, to say it softly. These kids come mostly from tea plantations, they do not have electricity in their homes, live in adobe or corrugated rooms, have had a primary education more than precarious and, this we have seen later, come from not only poor but also broken families. It was clear that the objective was not so much the academic results, as to strengthen their self-esteem, offer them a safe and cheerful place without violence, give them the basic principles, reinforce their dignity, and integrate the different social groups. We are talking about a group with a high percentage of school dropouts (up to 70% in some schools). Many of those who have passed have already gone further than their parents in education. Well, with everything and with that, I think we're getting it. For those who like numbers, I will tell you that we have lost only 5 students during the year; 20 will repeat class to face the rest of their education with guarantees; and 72 have passed. In a few days we will start again with twice as many students, an educational team reinforced with several more members and a crazy desire to achieve what we pursue. Someone said that if you are clear about the why, then the how-when-where are not impossible. And we, with God's help, are clear about why. We are in the hands of God.
Hoy hace exactamente un año que el primer alumno entró por la puerta de la escuela St. Marcellin en Giasnogor, Bangladesh. Un momento altamente emotivo que parecía la culminación de un sueño, pero en realidad fue el comienzo de una nueva aventura. 97 niños y niñas, pertenecientes a 3 religiones y 22 grupos étnicos diferentes comenzaron una andadura, acompañados por 10 educadores pertenecientes a 3 religiones, 3 nacionalidades y 4 etnias. La misión es difícil, por emplear un término suave. Estos chavales provienen en su mayoría de plantaciones de té, no tienen luz eléctrica en sus casas, viven en habitaciones de adobe o uralita, han tenido una educación primaria más que precaria y, esto lo hemos visto después, provienen de familias no sólo pobres sino también rotas. Estaba claro que el objetivo no eran tanto los resultados académicos, como fortalecer su autoestima, ofrecerles un lugar seguro y alegre sin violencia, darles los principios básicos, reforzar su dignidad, integrar los diferentes grupos sociales. Estamos hablando de un colectivo con un altísimo porcentaje de abandono escolar (hasta 70% en algunas escuelas). Muchos de los que han aprobado el curso han llegado ya más lejos que sus padres en la educación. Pues bien, con todo y con eso, creo que lo vamos consiguiendo. A los que les gustan los números, les diré que sólo hemos perdido 5 alumnos durante el año; 20 van a repetir curso para encarar el resto de su educación con garantías; y 72 han aprobado. Dentro de unos días volveremos a empezar con el doble de alumnos, un equipo educativo reforzado con varios miembros más y unas ganas locas de conseguir lo que perseguimos. Alguien dijo que si tienes claro el por qué, los cómo-cuándo-dónde no son imposibles. Y nosotros, con la ayuda de Dios, tenemos claro el por qué. Estamos en las manos de Dios.
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