Wednesday, July 31, 2013

Trapped. Atrapadas




It is 11 o’clock with the sun burning down from a cloudless sky. Dopho and her friend Surma are told to cut the tea shrubs along with a group of other women. Two supervisors watch the work. The workers must bring their own tools. Knives which cost 155 taka, three days’ wages, are used to cut the hard wood. The many hours of working in a stooping position goes into the bones. Mostly, the night is not enough for the body to recover but no one dares to miss a day. Surma confesses that she sometimes reaches her limit. “But I have to go on,” she says. Her face shows no expression. What alternative does she have? Her parents before her, worked as tea pickers. “The biggest problem is the house,” Dopho explains soberly: “If I would look for a different work, I would have no roof over my head anymore.” Most people think alike. This is the right of the tea companies. The rent free living, the isolated villages and the many years of refusal by the government to allow schools here all created this dependency from where they cannot escape.

(This post is taken partially from the missionay magazine KONTINENTE)
Son las 11 de la mañana y el sol arde en el despejado cielo. Dopho y su amiga Surma han recibido la orden de podar las matas de té junto con otras mujeres. Dos capataces las vigilan. Los trabajadores tienen que traer sus propias herramientas. Cuchillas que cuestan 155 takas, tres días de su salario. Las muchas horas de trabajo encorvadas les cala hasta los huesos. A menudo, el descanso nocturno no basta para recuperarse, pero a nadie se le ocurre faltar al trabajo al día siguiente. Surma confiesa que a veces llega al límite de sus fuerzas. “Pero tengo que ir a trabajar”, dice con una cara sin expresión. No tiene alternativa; sus padres antes que ella trabajaron como colectores de hojas de té. “El principal problema es la casa”, Dopho explica sobriamente, “Si me fuera de aquí a buscar otro trabajo, perdería la casa y no tendría un techo bajo el que cobijarme. “ La mayor parte de sus compañeras piensa igual. Es la “ley” de las compañías del té. Casuchas gratis para vivir, aldeas aisladas y demasiados años durante los cuales el Gobierno rechazó la creación de escuelas dentro de las plantaciones han creado una relación de dependencia de la que no pueden escapar.

(Este post ha sido tomado parcialmente de la revista misionera KONTINENTE)

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